La depresión es uno de los mayores desafíos para la medicina moderna. Es una enfermedad devastadora a nivel personal, familiar y social. ¿Cómo es posible que aparezca sin motivos? Si yo he superado grandes desgracias en mi vida y no me he deprimido ¿por qué lo estoy ahora si no me falta nada? Yo siempre he sido fuerte y he superado todo ¿cómo me voy a deprimir? Cuántas preguntas sin respuesta. La ignorancia de muchas personas les hace decir que “es una debilidad del carácter” “que con voluntad se supera” “que es un cuento para no trabajar” “que es un refugio” “que esto solo es estrés” “que ya se me pasara “etc.
Vayamos con las ideas claves: Ya saben que todos estamos predepresivos. Nadie es inmune a padecer una depresión.
Cuánto sufrimiento estéril y autodestructivo por no reconocer esta enfermedad tan frecuente y por no pedir ayuda. No existe una personalidad y la experiencia depresiva la podemos tener todos. Es un trastorno que afecta a la totalidad de la vida psíquica: al presente, al pasado y al futuro. Duele el alma y duele el mundo. Todo además aderezado por toneladas de culpa irracional y persecutoria. La depresión almacena más culpa que la danone yogures ¿Por qué a veces es infradiagnosticada?: porque su tarjeta de visita o de presentación son síntomas físicos (sobre todo dolores de todo tipo, vértigos, fatiga y síntomas digestivos) que se encuentran en primer plano y los síntomas psicológicos (tristeza, perdida de interés o de placer etc. ) están en la retaguardia.
En las personas mayores utiliza otro camuflaje como son las alteraciones de la memoria y la ansiedad. En los adolescentes el fracaso escolar, la hiperactividad, los trastornos de conducta, la pasividad y el consumo de tóxicos. Ahora bien la máscara más frecuente es la ansiedad, presente en el 75% de los pacientes depresivos: es decir la intranquilidad, la irritabilidad, la ansiedad física y psíquica etc.
La clave muchas veces es la información familiar. La depresión es una enfermedad muy tratable y la formación de nuestros médicos de atención primaria en salud mental es muy buena. Esa es la buena noticia acerca de la mala noticia.
No debemos apelar a la voluntad para intentar controlar nuestra depresión. La familia que sufre con su pariente deprimido precisa dosis altas de paciencia y compresión para adaptarse adecuadamente. No lo deben presionar, culpabilizar o pedirle lo que no puede hacer. Aprovecho para recordar a las familias de los que padecen una depresión que tienen que abstenerse del famoso “pon de tu voluntad”, que solo consigue culpabilizar y hundir en la miseria psicológica de la incomprensión a los pacientes.
Quiero pero no puedo, eso dice el enfermo depresivo cuando describe su impotencia ante la depresión. Pida ayuda y corresponsabilícese del tratamiento. Nunca olvide que aguantar no es controlar y la química cerebral solo se puede regular con el tratamiento psicofármacológico adecuado complementándose con la psicoterapia en muchos casos.
Artículo de opinión publicado AQUI